El año pasado lo terminamos volando en globo. Una fantasía de la infancia, una realidad de la adultez; si es que cabe ese término para un grupo de personas que se divierte mientras trabaja y busca maneras intrépidas de cerrar cada año, como si se tratase de travesuras apenas mayores que la de subirse a un árbol. Inspirados por la actividad, buscamos un slogan que nos sirviera de guía para 2014. “Volemos Alto” dijimos, el globo se elevó y nosotros encaramos el año con esa meta. Como una osadía más, mezcla de trabajo y de juego.
Y el final de este año nos entrega pruebas de que realmente volamos alto. Proyectamos nuestra empresa a mercados externos con un nivel de creatividad acorde, marcando un precedente para la industria publicitaria local: haber ganado la posibilidad de comunicar, desde Mendoza al mundo, la esencia de nuestra actividad principal, la vitivinicultura. A través de diferentes soportes y marcas, desplegamos acciones en cada una de las plataformas y países que la estrategia requería. Tareas épicas que siempre fueron confiadas a agencias foráneas, por el preconcepto de contar con estructuras más grandes, tener mejor entrenamiento o mayor poder de negociación. La realidad nos devuelve que las estructuras son mentales, que el entrenamiento solo se logra entrenando y que la negociación no es otra cosa que humanos poniéndose de acuerdo. Nos da la tranquilidad, al fin, de que el único capital válido es la creatividad. Esa “cosa” que siempre decimos: a) que no se valora b) que no se paga c) que no se puede cotizar d) que es intangible. Pero también sabemos que no habría mundo sin creatividad, y que la creatividad es inherente al ser humano. Entonces no necesitamos más que trabajar desde el lugar en el que estamos, mostrar una vez más nuestra chapa de ADN fantástico frente al desierto y ser astutos para construir nuestro propio oasis a partir de los medios que tenemos en el terreno de la comunicación, en un presente y futuro de aldea global donde las posibilidades son, más o menos, para todos iguales.
Fuimos premiados por nuestro trabajo, no por casualidad la primera vez que decidimos seriamente concursar, dejando de lado algunos prejuicios no tan mal formados con respecto a los “concursos”, pero mirando hacia atrás y reconociendo que el camino había sido el correcto, que el momento llega cuando uno lo decide.
Por eso terminamos este año cabalgando, literalmente. Montados a caballo por nuestro propio y accidentado suelo de relieve, desde el cual puede observarse la grandeza y luminosidad de nuestra ciudad; pero con los pies sobre la tierra, a paso firme y sin dejar de galopar jamás, con la cabeza bien lejos.
Con nuestro capital de creatividad que sigue aumentando gracias a las incorporaciones adecuadas para el equipo, y la sabiduría de habernos desprendido a tiempo de las cosas que pesaban en el globo. Porque así como el momento lo decide uno, los límites también se los pone uno.
Las estructuras son mentales: ya volamos y en 2015 no vamos a dejar de galopar. Al trote, al paso, y hasta con los cabellos al viento cuando sea necesario. Estamos preparados para seguir jugando y disfrutando del aire puro de la creatividad. Esa “cosa” intangible que mantenemos desde niños, como niños.